Listen

Description

Un gran saludo de parte de las Hermanas Trovadoras, quienes seguimos orando por sus intenciones para que el Señor, les conceda muchas bendiciones.

Seguimos caminando juntos, aprendiendo unos de otros, pues al compartir nuestras experiencias, nos damos cuenta como vivir la fe en comunidad, nos multiplica la sabiduría y la santidad.

De esta manera, los santos buscaron el consejo de las personas prudentes y trataron siempre de dar buenos consejos para alentar a los demás a seguir adelante.

Sigamos aprendiendo de las experiencias de los santos, especialmente conozcamos a los santos que se veneran en este 29 de marzo:

Ellos son:

San Eustasio de Luxeüil, abad; San Armogastes, San Arquinimo y San Saturno, mártires; San Eustasio de Nápoles, obispo; San Guillermo Tempier, obispo; 

San Ludolfo de Ratzeburg, obispo y mártir; San Marcos de Aretusa, obispo y confesor; Beato Bertoldo, religioso y Beato Juan Hambley, presbítero y mártir.

Hoy, conoceremos la vida de un santo obispo que en la edad media, defendió a la Iglesia de la presión de los poderosos de su época.

El es San Guillermo Tempier.

Su convicción era ser correcto delante de Dios en todas sus responsabilidades y tenía mucha conciencia que se había consagrado a Dios para ser un servidor.

De esta pequeña historia podemos aprender algo muy útil para nuestra espiritualidad de la vida diaria.

Hay una condición especial para que podamos prestar nuestro servicio de una manera libre y generosa.

Se trata de “dar sin esperar nada en recompensa”

En la vida cotidiana, se prestan diversos favores y beneficios a todas las personas que comparten nuestra vida.

Sin embargo, la mundanidad ha llenado esas ayudas fraternas de egoísmo e interés, haciendo que los favores dejen de ser favores y se conviertan en negociaciones...”yo te doy, tú me das...”

Así se pierde, la alegría de dar y se llega al cálculo constante de beneficios a costa de los demás.

Lo más triste es que así se marchitan nuestras iniciativas de generosidad y benevolencia en hacer algo por los demás, simplemente por hacer el bien y favorecer la concordia.

Entonces, hagamos algo prudente: como cristianos, dejemos a un lado los intereses egoístas y volvamos a prestar nuestra ayuda y cortesía, con libertad, desprendimiento y por el sólo gusto de hacer el bien.

Será abrir las puertas a las bendiciones de Dios, nos aliviará de sentir inconformidad y amargura cuando no nos den las gracias...

Y sobre todo, creceremos en humildad y alegría, llenando nuestro corazón de salud y gran autoestima.

Así haremos las cosas no por quedar bien o sacar algún provecho, sino por la libertad plena de ser generosos y como fruto de una madurez personal.

Sólo Dios debe saber qué tan generosos hemos sido... tengamos la plena seguridad, que no dejará ninguna buena acción sin su espléndida recompensa.

No olvidemos que Dios espera de nosotros, que seamos generosos con los demás como Él lo es con la humanidad...

y que también vivamos el camino humilde de la gratitud, cuando nos hacen un bien.

San Guillermo Tempier,

Ruega por nosotros.