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Santos Felipe y Santiago

Apóstoles

Bendiciones y alegría para todos ustedes. Las Hermanas Trovadoras de la Eucaristía le saludamos con gran afecto y les recordamos que cuentan con nuestras oraciones para que la fuerza del Señor les acompañe y fortalezca siempre.

Debido a que en Colombia se celebró el día de ayer la exaltación de la Santa Cruz, se transfiere para hoy la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago, que en la Iglesia universal se celebra el 3 de mayo.

Y serán los protagonistas de este episodio del catálogo divino.

Es posible que se celebren estas dos fiestas al tiempo, por una larga tradición que se remonta a la dedicación de la iglesia de los Apóstoles en Roma, llevada a cabo por el Papa Juan III hacia el año 563. Ese templo estaba originalmente dedicado a san Felipe y Santiago.

Aunque se celebren juntos, cada uno tiene una trayectoria sorprendente que contar. Primero conozcamos la historia de San Felipe. El apóstol Felipe recibió su nombre probablemente en honor al tetrarca de la provincia de Cesarea, nombrado por el primer Felipe, quien, había hecho muchas cosas por esa región y por Betsaida, donde había nacido.

Se dice que Felipe era proveniente de la tribu de Zabulón. Aunque su influencia griega fue fundamental para su éxito en la evangelización de los gentiles.

Santiago parece ser ya el jefe del grupo «hebreo» de los seguidores de Jesús que permanecen en Jerusalén. Él debió de regir aquella comunidad, después de la partida de Pedro. Pablo nos dice que al llegar a Jerusalén en su primera visita, hacia los años 38-39, no vio a ningún otro apóstol sino a Santiago “el hermano del Señor”.

Unos diez años más tarde, en la asamblea conocida como «concilio de Jerusalén», se discute sobre el trato que hay que dar a los cristianos que proceden del mundo griego, y por tanto pagano.

En esa oportunidad, verdaderamente crucial para la disciplina y la orientación misionera de la comunidad, es Santiago quien toma la voz para dirimir la cuestión: «Opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre"

Pablo atestigua que en esa ocasión, Santiago, Pedro y Juan, aprobaron su vocación y su misión entre los gentiles, es decir, entre los helenistas que aceptaban el Evangelio y A la vuelta de su tercer viaje misionero, encontrará todavía a Santiago presidiendo la comunidad.

La frase más famosa de la Carta de Santiago es esta: "La fe sin obras, está muerta".

Oremos a estos santos príncipes de la Iglesia:

Oh, apóstoles de Cristo columnas y fundamento de la ciudad de Dios. Que de la humilde Galilea, subieron a la gloria inmortal. Son bienvenidos en la Jerusalén Celeste porque por Jesucristo derramaron su sangre, sembraron la palabra de Dios y dieron tanto fruto. Intercedan por nosotros ante Dios, para que nos brinde la gracia de la verdadera conversión, nos llene de fuerza para dar testimonio de Cristo, con nuestras palabras y con nuestras vidas, como lo fueron ustedes, y no tengamos miedo de ir contra corriente de este mundo. Amén.

Santos Apóstoles Felipe y Santiago,

Rueguen por nosotros.