Santo Domingo Savio
Laico
Bienvenidos a este nuevo episodio de Catálogo divino.
Muchas veces pensamos que ser santo es difícil, pero la verdad, lo que nos complica la vida es el pecado.
Vivir con sencillez y responsabilidad es un camino simple para la santidad, por eso es un camino recto, es decir, rápido, concreto, sin enredos y con hechos. En cambio la vida de pecado siempre trae excusas, conflictos, complicaciones, oscuridad y perder la libertad.
Dejemos que los santos nos enseñen en este día la grandeza de vivir la santidad y conozcamos los nombres de aquellos que recuerda la Iglesia en este día, 6 de abril.
Santo Domingo Savio, laico; San Eadberto, obispo; San Lucio de Cirene, profeta y doctor de la Iglesia de Antioquía; San Petronaco, abad y obispo; San Protógenes, obispo; San Venerio de Milán, obispo; Santa Benita de Roma, virgen; Beata Ana Rosa Gattorno, viuda y religiosa; Beata María Catalina Troiani, virgen; Beato Bartolomé Pucci-Franceschi, presbítero y Beato Francisco de Montmerency Laval, obispo.
En este catálogo divino conoceremos a un santo que siendo muy joven nos ha dejado un enorme testimonio de santidad, con la luz radiante de la alegría.
El es Santo Domingo Savio. Fue un verdadero apóstol y misionero de Jesús, con la simple presencia de su vida.
Domingo Savio, «Mínot» para sus padres, y que significa “Dominguito”, nació en San Giovanni da Riva, cerca de Chieri, en 1842 pero cuando tenía sólo unos veinte meses, sus padres Carlino Savio y Brígida Gaiato se trasladaron a Murialdo, donde nacieron sus hermanos.
En 1847, su madre lo llevó a la iglesia siendo párroco Juan Bautista Zucca; allí aprendió a ayudar en misa como monaguillo. Desde niño manifestó deseos de ser sacerdote.
En 1854, la familia se trasladó a Mondonio. Domingo, con siete años y una preparación y madurez poco común para su edad, recibió el 8 de abril su primera comunión.
Domingo Savio fue beatificado por Pío XII en 1950, y canonizado por el mismo pontífice en 1954.
Oremos a este joven audaz que voló rápidamente a las alturas de la santidad:
Amado Santo Domingo Savio, que entregaste tu corta vida totalmente por el amor a Jesús y su Madre. Ayuda a los jóvenes para que se den cuenta de la importancia de Dios en su vida. Pide a Dios que nos dé la gracia para santificar nuestras obligaciones diarias llevándolas a cabo de manera perfecta por amor a Él. Y recuérdanos la necesidad de practicar la virtud sobre todo en los tiempos de prueba y tribulación tú que supiste preservar el corazón en la inocencia bautismal. Amén.
Santo Domingo repetía:
«Nosotros demostramos la santidad, estando siempre alegres».
La paz y la alegría no se pueden fingir.
Brotan de una armonía interior, del fruto de vivir con rectitud en cada momento.
No necesitamos hacer grandes cosas para ser santos.
Simplemente hemos de hacer lo que debemos hacer con la mejor actitud y con el deseo de servir.
Pensar en Dios nos eleva a su presencia y allí todo es alegría.
Mantengamos ese propósito y Dios nos llenará con su gracia y amor.
Santo Domingo Savio,
Ruega por nosotros