San Juan de Ávila
Presbítero
Sigamos caminando con entusiasmo hacia el encuentro con Dios y los hermanos.
Que este día sea una gran oportunidad para seguir brillando en el bien y la verdad, donde estemos, con quienes nos encontremos.
Y sigamos descubriendo en nuestro catálogo divino, más historias apasionantes del seguimiento de Cristo en los santos que recordamos hoy, 10 de mayo en nuestra Iglesia Católica.
Ellos son:
San Damián de Molokai, presbítero y religioso; Santo Job, patriarca; San Antonino de Florencia, obispo; San Calepodio, presbítero; San Cataldo de Irlanda, obispo y peregrino; San Comgall, abad; San Dioscórides de Mira, mártir; San Epímaco, mártir; San Gordiano de Roma, mártir;
San Guillermo de Pontoise, presbítero San Juan de Ávila, presbítero; Santa Blanda, mártir; Santa Solangia, virgen; Beata Beatriz de Este, virgen; Beato Enrique Rebuschini, presbítero y religioso; Beato Iván Merz, laico y Beato Nicolás Albergati, obispo.
Hoy aprenderemos de un gran sacerdote que recorriendo Andalucía en España, despertando un gran interés por vivir la espiritualidad y la conversión, fue luz para muchos santos que surgieron en su época a pesar de la fuerte persecución que sufrió por ser proveniente de una familia de cristianos recién convertidos. Pero su gran virtud lo llevó a ser patrono de los sacerdotes diocesanos.
El es san Juan de Ávila.
En una de las últimas ocasiones en que celebró la misa le habló el crucifijo:
“Perdonados te son tus pecados”.
Murió el 10 de mayo de 1569 repitiendo los nombres de Jesús y María.
Fue beatificado en 1894. Fue declarado Patrono del clero secular español en 1946, y fue canonizado en 1970.
En 2012 se le declaró Doctor de la Iglesia.
Oremos junto a este pastor que animó a tantas almas inquietas por alcanzar la santidad, para seguir sin cansancio a Cristo:
Oh pastor bendito, cómo curas a la oveja lastimada y cansada, cómo vuelves por el cristiano que te va siguiendo y va cansado y sudando, y no deja de seguir tus pasos y le ayudas a pasar el camino, como un buen pastor.
Yo quiero seguir a Jesús por el camino que me indique; amar sus misericordias, recibir sus consuelos. Y si va por un camino con espinas, aunque me duela, quiero seguirlo; porque aunque Él me ponga en una tribulación, sé que se esconde para conocer quién soy sin Él.
Que yo no dude de su gran amor, de las gracias que son para mí los problemas y las espinas. Quiero ir detrás de mi pastor, y descansar a su lado, sabiendo que Él siempre me ama, me protege de todo mal y no separarme más de Él. Amén.
San Juan de Ávila no pudo ser misionero lejos de su patria, pero pudo ser un gran misionero que despertó espiritualmente a ministros y laicos a esforzarse por una rectitud de vida.
Nosotros también podemos hacer lo mismo, evangelizando en nuestro metro cuadrado, con una vida ejemplar y sobre todo con una humildad que nos ayude a responder con firmeza a la misericordia de Dios que nos perdona y nos espera mejores.
La conversión no termina: cambiemos primero nosotros, y así logramos ayudar a cambiar el mundo.
San Juan de Ávila
Ruega por nosotros.