Que el Señor les conceda muchas bendiciones en este día.
Cada día, tenemos la gracia de caminar en compañía de Dios.
Cada vez que lo invitamos a nuestra vida por medio de la oración, nos llenamos de plena energía y de paz.
Es un gran misterio el que disfrutemos de su Presencia Silenciosa y ello, ya hace nuestra vida especial.
De esta manera sencilla, los santos vivieron en la grandeza de la presencia de Dios.
Demos entonces paso a los santos que en el Catálogo Divino de la Iglesia son venerados en en este día, 18 de abril:
Beato Andrés de Montereale, presbítero religioso; Beato Andrés Hibernón, religioso; Santa Antusia de Constantinopla, virgen y reina; Santa Atanasia de Agina, viuda y religiosa; Santos Hermógenes y Elpidio, mártires; San Eusebio de Fano, obispo; San Galdino, obispo; San Juan Isauro, monje; San Laisren, Abad;
San Perfecto de Córdoba, mártir; San Pusicio, mártir; San Ursmaro, Obispo y Abad; Beato José Moreau, presbítero y mártir; Beato Idesbaldo de Dune, Abad; Beata María de la Encarnación, virgen y fundadora; Beato Román Archutowski, presbítero y mártir y Beata Sabina Petrilli, virgen.
Hoy, conoceremos la vida de una gran santa oriental que con su gran testimonio de vida de oración fue luz en medio de las grandes dificultades de su época, para sus hijas espirituales y aquellos que buscaban consejos de ella.
Ella es Santa Atanasia de Egina.
Oremos por intercesión de esta fervorosa santa que al unirse profundamente a Jesús se convirtió en luz para los demás, para que también nosotros reflejemos a Cristo:
Señor Dios Todopoderoso, concédenos que, al ser empapados con la nueva luz de tu Verbo Encarnado, podamos, como Santa Atanasia, mostrar en nuestras obras lo que brilla en nuestras mentes. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Ante la integridad de su vida y su profunda vida de oración, Santa Atanasia pudo llegar a ser una excelente consejera.
Su coherencia y docilidad al Espíritu Santo le permitía ser luz para los demás.
Para poder ser luz, necesitamos que en nuestro interior no haya sombras.
Nuestro encuentro diario con el Señor en la oración, es un espacio muy necesario para presentarle las oscuridades que aun conservamos, para que su Santo Espíritu las ilumine y dé paso a la claridad y armonía de nuestra alma.
No dejemos que nuestros errores o tendencias negativas nos agobien; más bien, entreguémolos con paz en las manos del Señor y dejemos que Él actúe con su luz maravillosa, haciéndonos entender por qué nos hacen daño y cómo nos apartan de la comunión divina.
Cada vez que oramos debemos salir fortalecidos.
Si no es así, es probable que no estemos orando con la espontaneidad y sinceridad que requiere el presentarle nuestras fragilidades al Señor.
Hay que admitir que no todo en la vida nos va perfecto y con más razón ante el Señor, que lo sabe todo.
Como al más confiable confidente, digamos a Dios con toda claridad lo que nos agobia, lo que nos avergüenza, lo que nos hace sentir enojados, tristes, frustrados.
No tardará el Señor como Consejero Admirable en darnos su amoroso consejo y la confianza necesaria para que podamos levantarnos de nuestras situaciones difíciles.
Hagamos pronto la prueba y nos asombraremos de la tierna y compasiva manera en que Dios transforma nuestra oscuridad, en luz.
Así verdaderamente llegaremos a convertirnos en luz del mundo.
Y a caminar con paso seguro, en la paz del Señor.
Santa Atanasia de Egina,
Ruega por nosotros.