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Bienvenidos a compartir con las Hermanas Trovadoras, un nuevo encuentro con la vida de los santos.

Los santos nos enseñan las maravillas del Señor de forma cercana y concreta.

Por ellos sigamos descubriendo más historias de santidad, para seguir creciendo con sus ejemplos en nuestra vida cristiana.

Los santos que se recuerdan hoy 20 de mayo, en nuestra Iglesia Católica son:

San Bernardino de Siena, presbítero; San Anastasio de Brescia, obispo; San Austregisilo, obispo; San Baudilio de Nimes, mártir; San Hilario de Toulouse, obispo; San Lucífero de Cagliari, obispo; San Protasio Chong Kuk-bo, mártir;

San Talaleo, mártir; San Teodoro de Pavía, obispo; Santa Áurea, mártir; Santa Lidia de Tiatira, discípula; Beata Columba de Perugia, virgen; Beato Arcángel Tadini, presbítero y Beato Guido de Gherardesca, ermitaño.

Hoy conoceremos a un santo que fue un franciscano apasionado por la predicación que de manera sencilla y concreta llegaba al corazón para llevar a los oyentes a Dios y difundiendo la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.

El es San Bernardino de Siena.

Bernardino acompañaba sus predicaciones con admirables milagros y prodigios.

En su ciudad natal, Siena, había muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó 45 sermones que devolvieron la paz a toda esa región.

Uno de los oyentes logró copiar esos sermones y se conservan como una verdadera joya de la elocuencia sagrada.

En 1444, mientras viajaba por los pueblos predicando, se sintió muy débil y al llegar al convento de los franciscanos en Aquila, murió santamente el 20 de mayo.

En su sepulcro se obraron numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición de todo el pueblo, lo declaró santo en 1450 a los 6 años de haber muerto.

Oremos con una plegaria escrita por este incansable predicador franciscano:

¡Santo Nombre de Jesús, Nombre lleno de gloria, gracia, amor y fuerza! Tú eres el refugio de los que se arrepienten, nuestro estandarte de guerra en esta vida, la medicina de las almas, el consuelo de los que están de luto, el deleite de los que creen, la luz de los que predican la verdadera fe, el salario de los que trabajan duro, la sanación de los enfermos.  A Ti, nuestra devoción aspira; por Ti, nuestras oraciones son recibidas; nos deleitamos en contemplarte. ¡Oh Santo Nombre de Jesús! Tú eres la gloria de todos los santos, por los siglos de los siglos. Amén

Bernardino logró reavivar la fe y la pureza de costumbres en medio del pueblo de Dios y de su propia orden, con la alegría y sencillez franciscana.

La gran fuerza de su predicación era su fuerte relación con Jesucristo.

En verdad, Jesucristo era el verdadero sol de su vida.

Si necesitamos fuerza, energía, decisión para actuar y vivir, el alimento es el amor de Jesucristo.

Busquémoslo incesantemente.

San Bernardino de Siena,

Ruega por nosotros