Bendiciones para todos; que la paz y la alegría de Dios estén siempre en sus corazones.
El mayor tesoro que podemos tener es: Jesucristo.
Con su amor infinito, nos llenamos de vida, salud, motivaciones, sueños y fuerza para salir adelante.
Los santos disfrutaron del amor de Jesucristo, porque sus vidas cobraron un sentido, y sus sueños se elevaron a un gran horizonte…
Cada esfuerzo, valió totalmente la pena, pues Dios, los tomó transformándolos en paz y bien para ellos.
Hagamos de nuestra vida una bendición, como los santos que recuerda nuestra Iglesia católica hoy, 25 de mayo:
San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia; San Gregorio VII, papa; Santa María Magdalena de Pazzi, virgen; San Aldelmo, obispo; San Canión de Atela, obispo y mártir;
San Dionisio de Milán, obispo; San Dionisio Ssebuggwawo, mártir; San Genadio de Astorga, abad y obispo; San León de Troyes, abad;
San Pedro Doan Van Van, mártir, catequista y administrador parroquial; San Zenobio de Florencia, obispo; Santa Magdalena Sofía Barat, virgen;
Beato Gerardo Mecatti, Terciario Franciscano; Beato Gerio de Montesanto, ermitaño; Beato Jacobo Felipe Bertoni, presbítero y Beato Nicolás Cehelski, presbítero y mártir.
Como el profeta Samuel, el santo de hoy, desde muy niño estuvo dedicado al servicio de Dios y viviendo toda su vida en un monasterio, influyó grandemente en la cultura religiosa e histórica de su país con su erudición y sabiduría.
Él es San Beda el Venerable.
El nombre de Beda en lengua sajona quiere decir oración.
El final de su vida nos lo narra su discípulo Cutberto. Se acercaba la Ascensión del Señor. Les manda recoger algunos objetos que tenía para repartirlos. Les pide que recen por él y todos lloran cuando les dice:
"Es inminente mi partida, pues deseo partir para estar con Cristo".
Entonces pidió que le colocaran la cabeza mirando a la capilla, para invocar al Señor, y tendido en el suelo de la celda, comenzó a recitar:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo... "
Así murió el fiel siervo del Señor, como había vivido: orando y trabajando hasta el último aliento. Era el 25 de mayo del año del Señor de 735.
San Beda expresaba sus anhelos del cielo con esta plegaria:
"Oh Jesús amante, que te has dignado abrevar mi alma en las ondas suaves de la ciencia, concédemela gracia de hacerme llegar un día hasta Ti, que eres la fuente de la sabiduría, y no permitas que me vea defraudado para siempre de disfrutar de tu divino rostro en la patria celestial!".
Hay personas que piensan ¿para qué acumular tanto conocimiento?
Pues, este esfuerzo tiene sentido si lo miramos como Beda: Construir una historia común, una identidad, compartir con los demás las riquezas amasadas por un pueblo que crea, trabaja sufre y lucha día a día, hace que preparemos el terreno para vivir en paz, para desarrollarnos en comunidad.
Es un servicio a la humanidad que se traduce en una mejor comprensión de las cosas que tenemos en común, que nos hacen hermanos, que nos hacen familia.
Y esto crea un ambiente de paz y de esperanza…
No dejemos perder nuestra identidad cultural y cristiana, compartámosla con las nuevas generaciones y sintamos alegría y felicidad por lo positivo que tenemos, cultivando el anhelo de ser mejores.
Es una siembra para vivir en paz y comunión.
San Beda, el venerable.
Ruega por nosotros.