Damos gracias al Señor por el don que hoy nos permite, al reunirnos y encontrarnos nuevamente en la cita de todos los días con todos los santos.
Sean todos bienvenidos a este nuevo episodio del Catálogo Divino, donde las Hermanas Trovadoras de la Eucaristía desde la ciudad de Pamplona, Norte de Santander, les comparten las aventuras, historias y ejemplos de vida de los santos de cada día.
Porque los santos son una verdadera inspiración, vamos a dar paso a los santos a quienes la Iglesia católica rinde homenaje especial en este día, 2 de Junio.
Recibamos con alegría y devoción al ramillete de hombres y mujeres que han alcanzado la santidad. Ellos son:
San Marcelino y San Pedro, mártires; San Dictino, obispo; San Erasmo de Formia, obispo y mártir; San Eugenio I, Papa; San Guido de Acqui, Obispo; San Juan de Ortega, Presbítero;
San Nicéforo de Constantinopla, Obispo; San Nicolás de Trani, Peregrino; San Potino y compañeros Mártires; Santo Domingo Ninh, Mártir; y el Beato Sadoc y compañeros mártires.
Hoy el Catálogo Divino llega con una historia por partida doble, donde escucharemos el testimonio de 2 hombres valerosos que entregaron su vida en medio de las persecuciones ordenadas por un emperador romano en el siglo IV.
Ellos son: Santos Marcelino y Pedro.
Es el año 304 y en Roma hace estragos la gran persecución anticristiana querida por Diocleciano. Es la última gran masacre ordenada por la autoridad romana antes de la clemencia de Constantino.
El segundo de los cuatro edictos con los cuales Diocleciano planifica eliminar a los cristianos impone, en particular, la prisión para obispos, sacerdotes, diáconos. Muchos son ajusticiados, porque los tribunales tienen la facultad de emitir la sentencia capital.
El primero era un sacerdote prominente y ejerció el Ministerio presbiteral en Roma. Por su parte, Pedro era exorcista, dedicándose a curar a los poseídos por el demonio.
Durante una redada fueron detenidos por profesar la Fe en Jesucristo, arrojándoles a la cárcel.
¡Ya sabemos! la próxima vez en la que nos veamos enfrentados a un reto difícil o una injusticia, debemos actuar como seguidores de Jesús, compartiendo su palabra de misericordia y sembrando perdón.
Oremos y pidamos la intercesión de estos santos, para que día a día sigamos el camino firme y certero de la santidad:
Señor, tú has hecho del glorioso testimonio de tus mártires san Marcelino y san Pedro nuestra protección y defensa; concédenos la gracia de seguir su ejemplo y de vernos continuamente sostenidos por su intercesión. Amén
Es probable que jamás nos encontremos ante una amenaza tan cruel como la que vivieron estos santos del siglo IV, o que tengamos que decidir si entregamos o no la vida por creer en Cristo.
Pero eso no significa que debemos vivir relajados, creyendo que los asuntos de la fe solo se quedan en el templo y en el rezo.
Debemos estar muy atentos, porque cualquier momento es propicio para dar testimonio… en el bus, en la calle, en la tienda, en el trabajo y sobre todo en el hogar.
Si, es muy cierto: ¡sobre todo! en el hogar, porque allí, con quienes vivimos todos los días, olvidamos dar testimonio de la fe que profesamos, olvidamos que debemos ser pacientes, que estamos llamados a tratarnos con amor y que debemos estar dispuestos a ser generosos, aún cuando los demás son ingratos.
Esa es una gran oportunidad para sumar puntos en el cielo, cuando con humildad ofrecemos al Señor las dificultades que vivimos a consecuencia de los defectos de los demás, y perdonamos el mal que nos hacen, renunciando a cualquier venganza.
¡Vivamos animosos nuestra fe! y practiquemos sus enseñanzas en todo momento y en todo lugar.
Santos Marcelino y Pedro
Rueguen por nosotros