Un saludo fraterno deseando la paz para cada uno de nuestros oyentes del Catálogo Divino.
Llenémonos de sabiduría espiritual, como gotas de miel extraídas de la vida de los santos.
Nutrirse de las cosas buenas que Dios nos enseña es cómo fortalecer nuestro espíritu.
A veces nos llega mucha información por las redes sociales que, más bien, nos cargan de inquietud...
¿Por qué no llenarnos de aquello que nos trae paz?
Por ello, pasemos a conocer los santos que interceden por nosotros en este día, 23 de mayo:
San Desiderio de Langres, obispo; San Efebo de Nápoles, obispo; San Eutiquio de Nursia, abad; San Guiberto, monje;
San Honorato de Subiaco, abad; San Juan Bautista de Rossi, presbítero; San Miguel de Sinada, obispo; San Siagrio, obispo y San Spes de Nursia, abad.
En este día, escucharemos la historia de un obispo del siglo IV que fue un valiente defensor de su rebaño ante la opresión de los vándalos.
El es San Desiderio de Langres.
Dios Omnipotente, mira nuestra flaqueza, y cómo nos agobia el peso de nuestros pecados, y fortifícanos por la gloriosa intercesión de San Desiderio, tu pontífice mártir. Amén.
Nos podemos preguntar ¿cómo un humilde campesino pudo llegar a ser un gran obispo y a afrontar con tanto valor su martirio?
La tradición nos habla que era un hombre piadoso e íntegro.
Desiderio puedo asumir estas responsabilidades porque la gracia de Dios actuó en él, con todo su poder.
De pequeños, hemos aprendido que necesitamos estar en gracia de Dios.
Nos hemos quedado con la parte de estar en gracia es “no tener ningún pecado mortal”
... Es decir, aquellos pecados con los cuales, nos separamos de la comunión con Dios y que detienen nuestra inclinación al bien y se desemboca en actos malos.
Pero prestemos atención a la otra parte de la historia.
Estar en gracia de Dios, implica que habita en nosotros la Santísima Trinidad.
Si, así como lo oyen. Cuando permanecemos sin pecado, Dios permanece viendo en nosotros y de Él proviene la alegría, la paz y sobre todo, la sabiduría para tomar nuestras decisiones.
Pues sí estamos conscientes de esa presencia y en nuestra oración le confiamos lo que sucede en nuestra vida, El Señor nos ayudará a actuar de acuerdo al mayor bien que podamos hacer.
La mayor tristeza para un creyente es estar separado de Dios.
Fijémonos que no se trata simplemente de ira a recibir la comunión:
Es realmente vivir la comunión.
Si nosotros tenemos conciencia que Dios habita en nosotros, no hay motivos para pensar en enfermedad, soledad, ansiedad, impotencia ante las cosas difíciles que podamos enfrentar.
Sin embargo en la vida real, vivimos como si Dios estuviera lejos, como si nada nos conmoviera el corazón, como si la esperanza en su poder que nos protege no existiera.
Es necesario valorar y cuidar nuestro estado de gracia. De allí viene el gozo y la alegría de sentirnos amados y armonía con todo.
Pero estamos buscando a Dios sin conciencia de que Está con nosotros, así como la Magdalena lloraba ante Jesús resucitado, sin reconocerlo.
Pidamos al Espíritu Santo que nos dé esta conciencia y esa comprensión; que Él mismo nos abra los ojos ante esa realidad maravillosa que es vivir con su Santa Presencia en nuestro interior.
No nos conformemos con ir a confesar de cuando en cuando nuestros pecados...
Es hermoso reconciliarse con Dios, pero es más bello luchar por mantenerse en ese estado de gracia, en ese compartir a diario con Dios.
Esta es la mejor metodología para evitar el pecado: alimentarse del amor de Dios que está en el propio corazón.
Defendamos nuestra vida en gracia.
San Desiderio de Langres,
Ruega por nosotros.