Bienvenidos a seguir explorando en las vidas de los santos el tesoro de la espiritualidad de nuestra Iglesia.
A veces, el testimonio habla más que mil palabras;
Y con sus vidas, los santos nos hablan de mil maneras acerca del Evangelio de Jesucristo, reflejando en sus actos, lo que han aprendido junto al Maestro Divino.
Por ello, conozcamos más santos que nos ayuden a vivir este desafío de vivir santamente.
Los santos venerados hoy, 23 de junio por nuestra Iglesia son:
San José Cafasso, presbítero; San Bilio de Dariórigo, obispo y mártir; San Walhero, presbítero y mártir: San Zenas y Zenón de Filadelfia, mártires; Santa Agripina de Roma, virgen y mártir; Santa Ediltrudis de Eli, abadesa;
Santo Tomás Garnet, presbítero y mártir; Beata María de Oignies, esposa y mística beguina; Beata María Rafaela Cimatti, virgen; Beato Lanfranco de Pavía, obispo y monje y Beato Pedro Jacobo de Pésaro, presbítero.
El santo recordado hoy es un sacerdote que fue gran director de almas especialmente de otros sacerdotes. Con su testimonio fue imagen de la bondad y sabiduría de Dios.
Él es San José Cafasso.
Oremos a este santo sacerdote para que aprovechemos la oportunidad para convertirnos:
Tú, Señor, que concediste a San José Cafasso
un conocimiento profundo de la sabiduría divina,
concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles a tu Palabra
y llevarla a la práctica en nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
El modelo de sacerdote que don Cafasso aprendió y formó como rector, era el de un verdadero pastor, con una sólida vida interior y un profundo celo en la cura pastoral, fiel a la oración, comprometido en la predicación y en la catequesis, entregado a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la confesión.
Ministros preocupados por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en mostrar la misericordia divina, y enseñar a reconocer el pecado.
San José Cafasso destacó en Tres virtudes principales para lograrlo: calma, perspicacia y prudencia.
Formar personas, sobre todo en la vida espiritual, invita a educar desde la propia experiencia: en la escuela de una vida profundamente humana e impregnada de la oración,
Así, el alma hace vida lo que registran los libros y en el compartir cotidiano, la sabiduría se va transmitiendo en el silencioso transcurrir del ejemplo y la relación auténtica y caritativa con los demás.
Si fuéramos más conscientes de que nuestra coherencia en el pensar y actuar es fundamental para educar, nos esmeraríamos por trabajar primero en nosotros, aquello que deseamos transmitir a nuestros hijos.
Siempre estamos a tiempo para cambiar y desarrollar nuestro potencial.
Dios está a la espera. No dejemos pasar la oportunidad que surge con cada nuevo día para hacerlo.
San José Cafasso,
Ruega por nosotros.