Santa Mónica - 27 de agosto
Mamá de San Agustín
Una vez más nos encontramos para conocer la emocionante historia de los santos en su lucha por alcanzar la gloria eterna, en nuestro Catálogo Divino.
Cada quien tiene su santo, para identificarse con él, pero sobre todo para descubrir que por encima de nuestras fragilidades está la gracia divina y que Dios nos ama infinitamente y nos ayuda en todas nuestras luchas.
Eso es muy cierto, por esto conozcamos a algunos de los muchos santos que contaron con esa bondad divina para hacer de su vida una alabanza para Dios.
Hoy, 27 de agosto, la Iglesia nos invita a conocer las admirables vidas de:
Santa Antusa, mártir; San David Lewis presbítero y mártir; San Gebhardo, obispo; San Juan de Pavía, obispo; Santa Mónica, madre de San Agustín; San Poemeno, abad; Beato Ángel Conti, presbítero y eremita; Beato Domingo Barberi, presbítero;
Beato Francisco de Santa María presbítero y catorce compañeros mártires; Beata María del Pilar Izquierdo Albero, virgen; Beato Raimundo Martí Soriano presbítero y mártir y Beato Rogerio Cadwalador, presbítero y mártir.
Detrás de un gran hombre, dice el dicho popular, hay una gran mujer. En nuestro catálogo divino, encontramos que detrás de un gran santo, muchas veces, hay una santa madre que con sus oraciones y consejos lo ha ayudado a ir por el camino del bien.
Por esto hoy conoceremos la vida de Santa Mónica, madre del Gran San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia. De quien sus lágrimas, pasaron a la historia en la súplica constante por la conversión de su hijo.
Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.
Algo que es muy importante para cualquier persona que pide algo al Señor es la perseverancia y la confianza en él, pero también es muy importante saber esperar el tiempo de Dios. Pidamos la intercesión de esta valerosa mujer:
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supiste conmover al Dios de las misericordias para que se compadeciera y te concediera tus deseos!, venimos hoy las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicarte que nos alcances el espíritu de oración que tuvisteis y el arrepentimiento que merecen nuestras culpas, para que derramando con humildad nuestro corazón ante Dios, alcancemos la gracia de vivir santamente, y merezcamos la gloria que gozas ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Santa Mónica
Ruega por nosotros