Hay siempre un momento de nuestras vidas en el que sentimos que Dios de seguro no puede obrar o no ha de obrar. El poder de Jesús que calmó cada tormenta puede también calmar las tormentas que rugen en nuestras vidas. Si le pedimos ayuda a Dios de corazón, El estará dispuesto a calmar las tormentas por nosotros y nos protegerá de la muerte. Jesús les dijo: —¿Por qué están tan asustados? ¡Qué poco confían ustedes en Dios! Jesús se levantó y les ordenó al viento y a las olas que se calmaran, y todo quedó muy tranquilo. San Mateo 8:26 TLA