Clotaire Rapaille fue un gurú del marketing que en los años 70s decidió introducir en Japón diferentes tipos de dulces con sabor a café, enfocados al mercado infantil, luego introdujeron bebidas frías, luego lates para que, años después puedan vender Nescafé a punta pala. La decisión fue todo un acierto, los japoneses no tenían una conexión sentimental (nostálgica) con el café y la multinacional tenía dinero y TIEMPO para generarla.
La nostalgia no es un sentimiento que se exalta “inocentemente” tras miles de narrativas que ensalzan el pasado, deberíamos ser una generación más resistente a este tipo de chantaje tan basto, sin embargo, ahí está la moda de los 2000 golpeando con fuerza y llevando a miles de adolescentes a dejar de comer porque a nadie le quedan bien los pantalones a la cadera a no ser que peses menos de 35 kilos.
Regresar al pasado con la nostalgia como única aliada resulta contraproducente e incluso peligroso, en el episodio del mes, intento explicar por qué la narrativa de Charlotte Wells es mucho mas rica y desafiante que la de Steven Spielberg, que seguramente tiene una gran calidad técnica y cualquier estudiante de cine podrá explicarme cómo cada secuencia es una obra de arte en sí. Pero yo no me refiero para nada a la secuencia de imágenes, hablo del mensaje que nos llevamos a casa cuando termina la película… Para mí -como una opinión muy personal y desinformada- The Fabelmans es otra de las miles de chucherías con sabor a café que vendieron en Japón… y aunque Hollywood tiene tiempo, no tardará en sacar a relucir el café que nos querían vender desde un principio.
Si esta reflexión te ha parecido incongruente, pásate por el episodio del mes, a ver si en 25 minutos consigo explicar mejor la propuesta.