Jesús nació en humildad y mostró la dignidad de los más necesitados y trabajadores, rompiendo barreras culturales y sociales para restaurar la dignidad a grupos marginalizados como los recaudadores de impuestos, mujeres, niños, leprosos, enfermos, extranjeros y viudas. A lo largo de su ministerio, enfatizó el valor de todos como portadores de la imagen de Dios, sin importar su condición social. Se describía como un pastor preocupado por la oveja perdida y se identificaba con los más desfavorecidos, a quienes definió como "los pequeños". Jesús enseñó que el amor y el servicio a los necesitados son el criterio definitivo de juicio, un mandato que el apóstol Pablo extendió a todos los cristianos, instando a vivir con dignidad y respeto por los derechos de todos.