El cuarto domingo de Adviento no deja espacio para simulaciones. Llega cuando el tiempo se agotó y las excusas también. Las velas están casi completas, las casas listas, las agendas saturadas. Sin embargo, para muchos creyentes este punto no cierra un camino recorrido, sino que activa un plan de emergencia espiritual: resolver en una noche lo que se dejó intacto durante semanas.