La CIDH ha podido verificar que la violencia y la discriminación contra las mujeres todavía son hechos aceptados en las sociedades americanas, lo cual, se refleja en la respuesta de funcionarios de la administración de la justicia hacia las mujeres víctimas de violencia y en el tratamiento de los casos. Se refleja en su actuar, en su lenguaje, en el trato que tienen hacia las víctimas, en las dilaciones procesales de los expedientes, en la baja calidad de las diligencias y peritajes, en el sentido de sus determinaciones, en la falta de la perspectiva de género en la persecución y juzgamiento de delitos de género.
Además, existe la tendencia de observar los casos de violencia contra las mujeres como conflictos domésticos que deben ser resueltos sin la intervención del Estado, lo que atiende a un estereotipo de género respecto de las interacciones y los conflictos asociados con las mujeres: si ellas pertenecen al ámbito doméstico y familiar, entonces sus conflictos deben abordarse en ese espacio. Lo cual es erróneo y peligroso.