De una vez por todas debemos quitarnos la idea de que con nuestros esfuerzos solos podemos llegar a ser santos. No es posible, ser santo es ser un amigo íntimo de Dios, es tocar la divinidad desde nuestra nada, es comenzar a tocar el cielo en la tierra, y afortunada o desafortunadamente nuestra carne es demasiado débil, hemos estado encadenados al pecado y nuestros defectos desde que éramos niños, solo la mano real y poderosa de Dios nos puede liberar de esas cadenas y levantarnos hasta su altura donde está la santidad.
Y ¿sabes? Hay tanto descanso en dejar de confiar en uno mismo y comenzar a confiar solo en Dios. Dejas de preocuparte por que si eres bueno o eres malo, que si puedes o no puedes salir del hoyo, que si Dios te aceptará o rechazará. DEJAS DE CONFIAR EN TI MISMO Y COMIENZAS A CONFIAR SOLO EN DIOS. Solo entonces comenzaremos a tocar la santidad con la ayuda de Dios, nuestra renuncia al pecado y a uno mismo, nuestro humilde sometimiento al gobierno de Dios en nuestras vidas y nuestros pobres esfuerzos claro está.
Dice Imitación de Cristo:
No hay, pues, santidad, si Tú, Señor, apartas tu mano. De nada nos servirá nuestro esfuerzo, si dejas de gobernar. No hay fortaleza que ayude, si dejas de conservarla. No hay castidad segura, si no la defiendes. Ninguna propia guarda aprovecha, si nos falta tu santa vigilancia. Porque si nos dejas, nos vamos a fondo y perecemos; pero si nos visitas nos levantamos y vivimos. Volubles somos; pero por Ti, estamos firmes; nos entibiamos, mas Tú nos enciendes.
¿Qué es toda carne en tu presencia? ¿podrá acaso gloriarse el barro contra el que lo trabaja? ¿Cómo se puede engreír con vanas alabanzas el corazón que está verdaderamente sujeto a Dios? Aunque tuviera todas las alabanzas del mundo aquel que se sujeta por la verdad no se ensoberbecerá, ni se moverá por mucho que le alaben el que tiene firme toda su esperanza en Dios. Porque todos los que hablan y dicen y opinan y juzgan son nada, y con el ruido de sus palabras fallecerán; pero la verdad del Señor permanece para siempre.
Mis hermanos, además de darme mucha luz, a mi me llena de paz y esperanza el leer las vidas de los santos; porque me doy cuenta que antes de ser santos eran hombres y mujeres como tú y como yo, con sus defectos y sus miedos, con sus ambiciones y sus traumas, viviendo en ambientes adversos de todo tipo, guerras, enfermedades, pobrezas, pestes, perversión social, etc. y a pesar de todos estos obstáculos decidieron entregar su vida a Dios en medio de sus quehaceres diarios.
Muchos de ellos comenzaron por escuchar o leer las vidas de santos anteriores ellos, leían y meditaban los evangelios, luchaban con sus propias debilidades que muchas veces eran más difíciles que las que tú o yo tenemos; y con todo esto, por su entrega y dedicación a Dios, recibieron su ayuda, su auxilio, su fuerza y llegaron a ser esas grandes personas que ahora iluminan las vidas y el camino cristiano para muchos de nosotros.
Por algo Dios quiere que conozcamos y amemos a estos santos y santas. Son nuestros hermanos en el cielo que con su vida y ejemplo, y con su intercesión nos ayudan a amar a Dios y seguir a Jesús como ellos lo hicieron. Es por esto que es sumamente importante que tengamos una bella relación con los santos.
Ten amigos en el cielo porque dice el sabio refrán: “Es bueno tener amigos en lugares importantes.”