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I. Por ninguna cosa del mundo ni por amor de alguno se debe hacer lo que es malo; mas por el provecho de alguien que lo necesite, alguna vez se puede trocar por otra mejor. De esta suerte no se deja la buena obra, sino que se muda en mejor.

La obra exterior sin amor no aprovecha; pero lo que se hace con caridad, por poco y despreciable que sea, se hace todo fructuoso.

Ciertamente, más mira Dios al corazón que a la obra que se hace.

Muchas veces parece caridad lo que es amor propio; porque la inclinación de la naturaleza, la propia voluntad, la esperanza de la recompensa, el gusto de la comodidad, rara vez nos abandonan.

3. El que tiene verdadera y perfecta caridad, en ninguna  cosa se busca a si mismo, sino solamente desea que Dios sea glorificado en todas las cosas. De nadie tiene envidia, porque no ama gusto alguno particular, ni se quiere gozar en sí; mas desea, sobre todas las cosas, gozar de Dios. A nadie atribuye ningún bien; mas refiérelo todo a Dios, del cual, como de fuente, manan todas las cosas buenas, en el que, finalmente, todos los Santos descansan con perfecto gozo.