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LOS QUE HABLAN MAL DE MI

Esta es la raíz del sufrimiento de algunos. Viven angustiados sobre lo que dirán de ellos los demás.

Veíamos hace días que lo que nos debe preocupar es lo que diga Dios, no la gente.  La gente va a cambiar sus opiniones y sus juicios sobre ti todos los días, según como anden de ánimo y según si los complaciste en sus gustos e ideas o no. Si les haces caso te volverán loco junto con ellos.

Jesús Dice:

Muchas veces mi juicio (forma de pensar) está escondido, y pocos lo penetran en todo: pero nunca yerra, ni puede errar, aunque a los ojos de los necios no parezca correcto. A Mí, pues, debes de recurrir en cualquier juicio y no confiar en el propio saber. Porque el justo no se turbará por cosas que Dios envíe sobre él; y si algún juicio fuere dicho contra él injustamente, no se inquietará por ello. Ni se ensalzará vanamente, si otros le alaban sin razón. Porque sabe que Yo soy quien escudriño los corazones y los pensamientos, y que no juzgo según el exterior y apariencia humana. Antes muchas veces se halla a mis ojos culpable el que al juicio humano parece digno de alabanza.

San Pablo pone como opuesto el quedar bien con los hombres o quedar bien con Dios: Gal 1:10¿Con quién tratamos de conciliarnos?: ¿con los hombres o con Dios? ¿Acaso tenemos que agradar a los hombres? Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.  BLA

o Jeremías:  Jer 17:5Así habla Yavé:

¡Maldito el hombre que confía en otro hombre, que busca su apoyo en un mortal y que aparta su corazón de Dios!

El Alma:

5. Señor Dios, justo juez, fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y maldad de los hombres, sé Tú mi fortaleza y toda mi confianza, pues no me basta mi conciencia. Tú sabes lo que yo no sé: por eso me debo humillar en cualquier reprensión y llevarla con mansedumbre. Perdóname también, Señor piadoso, todas las veces que no lo hice así, y dame gracia de mayor sufrimiento para otra vez. Porque mejor me está tu misericordia copiosa para alcanzar perdón, que mi presumida justificación para defender lo oculto de mi conciencia. Y aunque ella nada me acuse, no por esto me puedo tener por justo; porque quitada tu misericordia, no será justificado en tu acatamiento ningún viviente.