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Decía Jesús en Mt. 22:14 : “Muchos son los llamados pero pocos los elegidos” Al final de su parábola de los invitados al banquete de bodas Jesús hacía alusión a cómo toda la gente está invitada a ser parte del Reino de Dios pero la mayoría no quieren, no les interesa; hay algunos que aceptan la invitación y comienzan a caminar pero pronto se arrepienten ante los esfuerzos y prefieren abandonar a Dios. Tenemos también la parábola del Sembrador en Mt 13 donde nos dice Jesús que él tira la semilla, o sea su palabra, su invitación, su evangelio pero mucha gente está dura como el camino pisoteado, otros comienzan pero por diferentes razones no siguen como la semilla que cae entre espinos o entre piedras; Jesús tenía mucha razón, la gente no tiene interés en mejorar, cambiar y si lo tienen es por un rato porque no se atreven a luchar para perseverar.

No deja de ser un poco o un mucho frustrante para Dios el querer como un buen Padre o Madre darle lo mejor a sus hijos y ver que sus hijos no tienen interés en recibir las buenas enseñanzas y consejos de sus padres.

Qué debemos hacer entonces? Pues lo primero es darnos cuenta de que aunque cueste a veces, vale la pena mil veces darle la vida a Cristo, poner su  enseñanza y su Señorío como lo primero en nuestras vidas. Nada de este mundo nos puede dar ni el sentido, ni la paz ni el futuro eterno que ofrece Jesús a los que lo siguen.

Escuchemos lo que nos dice el libro Imitación de Cristo:

4. ¡Oh dolor! Que al momento que nos hemos recogido un poco, rápido nos distraemos y no escudriñamos nuestras obras con riguroso examen. No observamos dónde tenemos nuestras debilidades, ni lloramos por lo manchadas que están muchas de nuestras acciones.

En el Génesis se nos narra cómo toda la gente había corrompido su camino, y por eso se siguió el gran diluvio.

En cambio, de un corazón puro procede el fruto de la buena vida.

Constantemente estamos examinando a los demás; pero no indagamos de cuánta virtud proceden sus acciones. Qué le mueve a hacer lo que hace. Queremos saber si alguien es importante, rico, hermoso o bella, hábil o buen escritor, buen cantor, buen artista; pero poco le interesa a la gente cuán pobre puede ser de espíritu, o cuán paciente y manso, que tan devoto y recogido, o sea qué tantas virtudes espirituales tiene.

Los mundanos miran las cosas exteriores de los demás; pero la gracia se ocupa en las cosas interiores. La naturaleza muchas veces se engaña, pero la gracia espera en Dios para no engañarse.