Cuando es más lo que hablamos que lo que hacemos
Debo confesar mis hermanos que a veces me cansa esa gente que se cree muy intelectual o que son medio intelectuales en materia de ciencias del mundo y quieren empezar a hablar cosas de Dios, religión y espiritualidad como si supieran, o peor aún, como si lo vivieran; como si se hubieran esforzado por llevar una auténtica vida espiritual y de relación con Dios cuando en realidad solo viven una vida atea, o sea sin Dios.
He oído de muchos maestros en las preparatorias que son de esos. Saben un poco de matemáticas, geografía o inglés y se creen expertos en materias de Dios y religión.
Esta arrogancia ignorante la vemos en personas grabando videos en Youtube, Instagram, y demás redes sociales. Algunos de los que se creen intelectuales no hacen más que repetir como pericos lo que oyeron de otro que no sabe nada tampoco pero habla como si supiera. Ciegos guiando a ciegos, ignorantes compartiendo ignorancia.
Pero esta actitud soberbia de algunos no es nada nuevo, ya el libro Imitación de Cristo nos habla de ella. Escuchemos lo que dice:
Capítulo XLIII: Contra la ciencia vana del mundo.
Jesucristo:
1. Hijo, no te muevan los dichos astutos y limados de los hombres; porque no consiste el reino de Dios en palabras, sino en virtud. Mira mis palabras, que encienden los corazones, y alumbran los entendimientos, provocan a conversión y traen muchas consolaciones. Nunca leas cosas para mostrarte más letrado o sabio. Estudia en mortificar los vicios; porque más te aprovechará esto que saber muchos temas dificultosos.
2. Cuando hubieres acabado de leer y saber muchas cosas, te conviene venir a un solo principio. Yo soy el que enseño al hombre la ciencia, y doy más claro entendimiento a los pequeños que ningún hombre puede enseñar. Aquel a quien yo hablo, luego será sabio y aprovechará mucho en el espíritu. ¡Ay de aquellos que quieren aprender de los hombres curiosidades, y cuidan muy poco del camino de servirme a Mí! Tiempo vendrá cuando aparecerá el Maestro de los maestros, Cristo, Señor de los ángeles, a oír las lecciones de todos, esto es, a examinar la ciencia de cada uno. Y entonces escudriñará a Jerusalén con candelas, y serán descubiertos los secretos de las tinieblas, y callarán los argumentos de las lenguas.
3. Yo soy el que levanto en un instante al humilde entendimiento, para que entienda más razones de la verdad eterna, que si hubiese estudiado diez años en las Escuelas. Yo enseño sin ruido de palabras, sin confusión de pareceres, sin fausto de honra, sin alteración de argumentos. Yo soy el que enseño a despreciar lo terreno y a aborrecer lo presente, buscar lo eterno; huir de las honras, sufrir los estorbos, poner toda la esperanza en Mí, y fuera de Mí no desear nada, y amarme ardientemente sobre todas las cosas.