Capítulo 19 : DE LAS PRÁCTICAS DEL BUEN RELIGIOSO
1. La vida del buen religioso debe resplandecer en toda virtud; que sea tan puro en lo interior como lo parece por fuera.
Algunos podemos vernos muy bien por fuera pero no estar tan puros por dentro.
Y con razón debe ser mucho más santo lo interior que lo que se mira exteriormente, porque allí es donde nos mira nuestro Dios, a quien debemos suma reverencia dondequiera que estemos, y debemos andar en su presencia tan puros como los ángeles.
Cada día debemos renovar nuestro propósito y excitarnos a mayor fervor, como si hoy fuese el primer día de nuestra conversión, y decir: Señor, Dios mío, ayúdame en mi buen intento y en tu santo servicio, y dame gracia para que comience hoy perfectamente, porque no es nada cuanto he hecho hasta ahora.
Si el que propone firmemente falta muchas veces, ¿qué será el que tarde o nunca propone?
4. Si no puedes recogerte de continuo, hazlo de cuando en cuando y, por lo menos, una vez al día, por la mañana o por la noche.
Ármate como varón contra las malicias del demonio; refrena la gula y fácilmente refrenarás toda inclinación de la carne.
Nunca estés del todo ocioso, sino lee, o escribe, o reza, o medita, o haz algo de provecho para la comunidad.
Antes había tiempo para el ocio, no hacer nada. Hoy, con los celulares y las pantallas, no estamos nunca de ociosos, sino más bien siempre distraídos. La gente ya no se puede concentrar en las cosas sencillas de la vida porque sus cerebros ya no quieren otra cosa más que los estímulos cerebrales de las pantallas.