Decía el sabio Indú Sidarta Gautama que la raíz de todos los sufrimientos es el deseo. Y creo que tenía mucho de razón. Si tú me dices cuál es tu sufrimiento yo te diré cuál es tu deseo que debes abandonar si quieres dejar de sufrir.
En la vida espiritual Cristiana se nos dice lo mismo de diferentes maneras, Jesús dijo: Mt. 16:24 “Niégate a ti mismo”, Juan 12: 25 El que ama su vida la perderá pero el que la desprecie por mi la guardará. En Mt 6:33 Busca primero el Reino de Dios y todo lo demás se te dará por añadidura, San Pablo en I Cor. 10: 24 Busca primero el bien de los demás antes del tuyo mismo...Y muchas enseñanzas de palabra y ejemplo en las vidas de los santos.
Todas estas invitaciones nos llevan a una forma de vivir, la forma de Cristo que nos enseña con su ejemplo y su palabra como nuestro Maestro principal: Deja de desear para ti. Dios te proveerá lo que necesites. Preocúpate de hacer la voluntad de Dios primero, no estés distraído con tantos deseos y ambiciones, etc. etc.
Capítulo XXXII: De la abnegación de sí mismo, y abdicación de todo apetito.
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta, si no te niegas del todo a ti mismo. En prisiones están todos los apegados a las riquezas y los amadores de sí mismos, los codiciosos, los ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto, y no las de Jesucristo: sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que no procede de Dios perecerá. Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego. Reflexiones bien esto; y cuando cumplieres, lo entenderás todo.
El Alma:
2. Señor, no es esta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.
Jesucristo:
3. Hijo, no debes volver atrás, ni desanimarte al oír sobre el camino de los santos; antes debes esforzarte para cosas más altas, o a lo menos aspirar a ellas con deseo.
¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo, y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera, y toda tu vida correría gozosa y pacífica. Aún tienes mucho que dejar, que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que pides. Para que seas rico, te aconsejo que compres mi oro, esto es, la sabiduría celestial que desprecia la complacencia.
4. muy sin importancia y pequeña les parece a los hombres la verdadera sabiduría celestial, puesta casi en olvido entre ellos; a casi nadie le interesa. La verdadera santidad no sabe de grandezas de sí, ni quiere ser engrandecida en la tierra. Está en la boca de muchos, pero muy lejos de sus obras, siendo ella una perla preciosísima, escondida para la mayoría.