Del habla interior de Cristo al alma fiel.
Bienaventurada el alma que oye al Señor que le habla, y de su boca recibe palabras de consolación.
Bienaventurados los oídos que perciben los raudales de las inspiraciones divinas, y no cuidan de las murmuraciones mundanas.
Aunque tenemos que oír lo esencial del mundo. Es 1000 veces mejor oír a Dios. Escucharlo a diario, ponerle atención y buscar su palabra en nuestro corazón a cada rato.
Bienaventurados los oídos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la verdad que enseña de dentro.
Bienaventurados los ojos que están cerrados a las cosas exteriores, y muy atentos a las interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, estudian y se preparancada día más y más a recibir los secretos celestiales.
Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo.
¡Oh alma mía! Considera bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad, para que puedas oír lo que te habla el Señor tu Dios.
Es verdad; Si nos damos a la sensualidad no tendremos lugar en nuestro corazón para Dios. Esto pasa hasta con los placeres legítimos pero fuertes; hacen que nos olvidemos de Dios cuyo encuentro se da en la quietud, la paz, y a veces la cruz de cada día.
Recuerda esto. Mientras más placeres carnales y mundanos busques menos buscarás a Dios. Mientras más diversiones del mundo busques, menos tendrás tiempo para amar a Dios.
No quiere decir que las diversiones sean malas, lo que decimos es que si nos las damos en demasía, nos apartaremos de nuestro crecimiento espiritual y la amistad profunda con Dios.