ES EL PLACER DEL AMOR DE DIOS
Acaso no es cierto que todos desde que nacemos estamos hambrientos de placeres? De unos y de otros, siempre consciente o inconscientemente los estamos buscando.
Durante las diferentes etapas de nuestra vida vamos buscando diferentes placeres, van cambiando los gustos y los deseos pero no el deseo de placer.
Obviamente, hay placeres naturales que nos ayudan a sobrevivir como el placer de comer, de dormir, de reproducirnos sanamente. Pero también es cierto que la humanidad ha inventado placeres que no son naturales y muchas veces son hasta dañinos y destructivos como los estimulantes artificiales que nos da el abuso de las drogas, tabaco, alcohol etc.
La única constante en cualquier placer que busquemos o consigamos sea natural o artificial es que los placeres nunca nos satisfacen. Los tenemos una y otra vez y siempre queremos más y más. Algunos no solo quieren más sino que los buscan más variados o más intensos, de allí que cometen errores autodestructivos como tomar estupefacientes, alcohol o diferentes tipos de drogas, destruyendo su mente, su salud y sus relaciones familiares y sociales.
Comparemos esta búsqueda desenfrenada de placeres con las búsquedas de los hombres y mujeres espirituales de todos los tiempos. Aquellos a los que llamamos santos o místicos o iluminados.
Todos ellos tienen un común denominador también. Independientemente de la religión en la que estén; y este es que una vez satisfechas sus necesidades vitales y naturales básicas comienzan por renunciar a esa hambre desenfrenada de placeres carnales que todos tenemos. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué renuncian a algo tan placentero, tan deseable y a la vez tan universal? La respuesta es: Porque se dan cuenta de la gran falacia. La falsa promesa de felicidad que nos dan los placeres satisfechos que siempre nos dejan con hambre de más y más. O sea que si nos hacemos buscadores constantes de los placeres nos convertimos en ESCLAVOS DE LA BÚSQUEDA DE PLACERES PASAJEROS. Y los místicos y los santos si algo quieren es ser libres. Libres para poder buscar la raíz y la fuente de la verdadera felicidad.
De allí que vamos constantemente a oír a los santos renunciar a los placeres innecesarios de la carne para poder tener la libertad de encontrar el placer verdadero, el único que no nos esclaviza sino que nos hace más libres, el único que nos llena y satisface, el único que lejos de hartarnos o dejarnos vacíos nos hace vivir en una serena satisfacción de plenitud, de gracia de amor completo y real.
Por supuesto, estamos hablando de la felicidad que solo Dios puede dar.