Muchos acostumbramos ir a visitar lugares santos como santuarios, basílicas, lugares cristianos históricos, y los que pueden van a Roma, a Tierra Santa etc. Todo esto es muy bueno porque es muy inspirador, nos hace reflexionar, nos hace orar, nos hace meditar.
Pero todas visitas son inútiles y hasta nos podemos engañar si no visitamos a nuestra comunidad de Iglesia local y me comprometo en ella, si no oro todos los días y medito la palabra de Dios, si no participo en persona con la familia de Dios que son mis hermanos en la fe sirviendo, creciendo, aprendiendo.
Veamos lo que dice el libro Imitación de Cristo al respecto.
9. Muchos corren a diversos lugares para visitar las reliquias de los Santos, y se maravillan de oír sus hechos, miran los grandes edificios de los templos, y besan los sagrados huesos guardados en oro y seda. Y Tú estás aquí presente delante de mí en el altar, Dios mío, Santo de los Santos, Criador de los hombres y Señor de los ángeles.
Muchas veces los hombres hacen aquellas visitas por la novedad y por la curiosidad de ver cosas que no han visto; y así es que sacan muy poco fruto de enmienda, mayormente cuando andan con liviandad, de una parte a otra, sin contrición verdadera. Más aquí, en el Sacramento del Altar, estás todo presente, Jesús mío, Dios y hombre; en él se coge copioso fruto de eterna salud todas las veces que te recibieren digna y devotamente. Y a esto no nos trae ninguna liviandad ni curiosidad o sensualidad; sino la fe firme, la esperanza devora, y la pura caridad.
10. ¡Oh Dios invisible, Criador del mundo, cuán maravillosamente lo haces con nosotros! ¡Cuán suave y graciosamente te portas con tus escogidos, a quienes te ofreces a Ti mismo en este Sacramento para que te reciban! Esto, en verdad, excede sobre todo entendimiento; esto especialmente cautiva los corazones de los devotos y enciende su afecto. Porque los verdaderos fieles tuyos, que se disponen para enmendar toda su vida, de este Sacramento dignísimo reciben continuamente grandísima gracia de devoción y amor de la virtud.
11. ¡Oh admirable y escondida gracia de ese Sacramento, la cual conocen solamente los fieles de Cristo! Pero los infieles y los que sirven al pecado, no la pueden gustar. En este Sacramento se da gracia espiritual, se repara en el alma la virtud perdida, y reflorece la hermosura afeada por el pecado. Tanta es algunas veces esta gracia, que de la abundante devoción que causa, no sólo el alma, sino aun el cuerpo flaco siente haber recibido fuerzas mayores.