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Esta es una pregunta razonable que algunos seguidores de Cristo podemos tener. Si Dios es todo amor y todo poderoso, ¿por qué no me quita mis enfermedades, o dolores o problemas?

Yo he encontrado una gran respuesta a esta pregunta en las vidas y ejemplos de los Santos, comenzando con Jesús mismo.

Los dolores en los seguidores de Cristo tienen un propósito; que es el fortalecernos espiritualmente, hacernos humildes, salvar almas y que no nos separemos de Dios.

Tenemos el ejemplo mismo del Hijo de Dios, Jesús que le pidió a su Padre en el huerto: “Padre aparta de mí este cáliz”, este inmenso sufrimiento que me viene con la tortura y la cruz. El Hijo le pedía esto a su Padre, pero su Padre con todo el dolor de su alma sabía que ese camino del sufrimiento era el que habían planeado y preparado desde la eternidad para salvar a la humanidad de las garras del pecado y de la muerte, de las fauces del demonio, de una condenación eterna.

Luego tenemos esas iluminadoras palabras en San Pablo:

2Corintios12:7 Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones,  una espina me fue clavada en el cuerpo,  es decir,  un mensajero de Satanás,  para que me atormentara.

12:8 Tres veces le rogué al Señor que me la quitara;

12:9 pero él me dijo:  "Te basta con mi gracia,  pues mi poder se perfecciona en la debilidad."  Por lo tanto,  gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades,  para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.

12:10 Por eso me regocijo en debilidades,  insultos,  privaciones,  persecuciones y dificultades que sufro por Cristo;  porque cuando soy débil,  entonces soy fuerte.