Confucio decía: Aquél que encuentra un trabajo que disfruta ya nunca trabaja...
Hay veces que agarramos el trabajo que podemos y no el que queremos, pero la buena noticia es que aún ese podemos llegar a amarlo y por lo tanto disfrutarlo aunque físicamente nos cansemos.
Hay otros que cometen el error de escoger una carrera o un trabajo por el dinero que quieren ganar. Tristemente terminan muchos de estos con dinero pero infelices.
¿Cómo puedo amar un trabajo que no me gusta? Si es un trabajo moralmente buen (porque hay unos que no lo son) si es un trabajo que Dios bendiga, hay que encontrarle un propósito de servicio a los demás, una forma de amar al prójimo y hacerlo por nuestro amor a Dios.
Por ejemplo, si soy un enfermero, es muy fácil ver mi trabajo como un servicio a personas necesitadas, ser amoroso y paciente con ellos, comprensivo ante sus dolores y frustraciones, y entonces podré ser un “ángel” de Dios para estas personas y no solo voy a disfrutar mi trabajo sino que sentiré el agradecimiento de Dios en mi corazón, porque lo que haga por otros lo hago por Jesús mismo como lo dijo él en el evangelio.
Si soy un albañil o un mecánico, no es difícil ver que mi trabajo puede y va a beneficiar a personas. Decían que en un trabajo de albañiles construyendo un edificio en el centro de la ciudad una vez expresaron lo que era su trabajo cuando se lo preguntaron. Uno dijo, mi trabajo es muy rutinario y aburrido, es simplemente ir poniendo un bloque encima de otro, haciendo mezcla de cemento una y otra vez y esto todos los días. El otro que hacía lo mismo, cuando le preguntaron, con una sonrisa en el rostro contestó: Mi trabajo es muy emocionante porque estamos construyendo un edificio muy moderno de oficinas donde muchas gentes van a trabajar y recibirán un salario para poder alimentar a sus hijos, sostener a sus familias. Y además este edificio será un orgullo para la ciudad y para mi que fui uno de sus constructores.
Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.
Pon en manos del Señor todas tus obras,
y tus proyectos se cumplirán.
Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.