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Si a una paloma le amarras sobre su espalda un kilo de piedras la paloma no podrá volar. Se quedará aterrizada y hasta agachada todo el tiempo.

Lo mismo pasa con las personas que están cargadas de mucho amor y apego a personas y cosas materiales. Se vuelven un lastre pesado sobre sus espaldas que no les permite volar y elevarse hacia Dios.

A Dios lo encuentran con facilidad los que se han despegado de las criaturas. Por eso dijo Jesús:

Lucas14:26“Si alguno no me ama más que a su padre,[l]a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo.

14:27Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

Entendemos bien las palabras de Cristo que no se refiere a abandonar a los seres queridos sino a desapegarse de ellos, a no darles un lugar prominente por sobre Dios mismo como lo hacen muchos.

Jesús que amaba muchísimo a su madre un día le dijo cuando ella y San José lo andaban buscando con desesperación: Lucas 2: 49 ¿Por qué me buscabas? ¿No sabes que debo hacer primero las cosas de mi Padre?

Tenemos el ejemplo de muchas personas que solo cuando dejaron todo pudieron encontrar a Dios y “volar” hacia Él en esta vida: Saulo de Tarso, Agustín de Hipona, Domingo de Guzmán, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Teresa Martín, Charles de Foucald, Teresa de Calcuta y tantos más…

Todos ellos mientras vivían en el mundo buscando dinero, diversiones, cosas materiales, honores y placeres eran palomas cargadas de lastre; aunque creían en Dios e iban al templo no podían realmente encontrar a Cristo. Fue hasta que se decidieron a dejar todo apego a familia, personas, placeres mundanos y cosas materiales que lo pudieron encontrar, vivir con él de una manera muy profunda e íntima, y además fueron y siguen siendo faros de luz que iluminan la vida y nos enseñan el camino a  muchos de nosotros.