En el libro de los Hechos de los apóstoles, en algunos pasajes se comienza a hablar de los seguidores de Jesús como “aquellos del Camino”, a menudo en boca de los otros, de los que observaban lo que estaba ocurriendo un poco con desconfianza y curiosidad. Es un poco ambiguo, algo simbólico, y reverbera desde los viejos salmos que ya hablaban del camino de los justos, y la senda de los malvados, y la poesía profética de Isaías cuando se refiere a “preparar un camino hacia el Señor”, y en Jeremías, cuando hablaba de las sendas antiguas que es donde se encuentra un descanso para el alma. Cuando se empezó a hacer común llamarlos “cristianos”, El camino se acabó perdiendo.
Hay algo curioso: “cristiano” se nombra en la Biblia, pero la palabra “cristianismo” no aparece ni una sola vez. Y aunque hay una historia del cristianismo que debe conocerse, quizá también sea bueno, al mismo tiempo, volver a esas sendas antiguas, a reflexionar sobre lo que significaban las palabras, las ideas y sus realidades para los que las vivieron por primera vez.
de ellos aprendimos que El viaje no es estático, sino que está en continuo crecimiento. Hay una historia que podemos conocer y que nos dirige, precisamente, a esa senda donde está el descanso para el alma.
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