La verdad es que tenemos que empezar a ponerle nombre: se llama abuso espiritual, y lo hemos sufrido una amplísima mayoría de cristianos evangélicos de occidente. No nos damos cuenta de cuán profundo es el daño ni de hasta dónde llega el engaño, porque los victimarios fueron víctimas en un principio. A los que quieren salir de ahí se los insulta y se les llama deconstruidos desde los lugares de poder, pero yo prefiero llamarlos como realmente son: supervivientes del abuso, que no sacrificaron su libertad espiritual en el altar del ego de los líderes narcisistas.
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