La institución evangélica actual no está capacitada para seguir diciendo que habla en nombre de Dios, porque la realidad es que el nombre de Dios está, como ha estado siempre, con los rechazados, los humillados y los abusados. Y la institución evangélica ha sacrificado a todos estos, al diferente, para poder cumplir con los objetivos que el mercado le exigía.
Es exactamente lo mismo que hace la industria de la moda. Incluso aunque se haya hecho sin mala intención, por puro despiste, lo cierto es que la iglesia normativa solo acepta y aprueba a los normativos.
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