Te regalo una imagen y la resolvemos juntos: una pareja a solas en un banco, la piel pegada, los ojos encendidos y… la mascarilla puesta. No lo entiendo, lo intento y no puedo. Mi carta gestiona esa duda: la de la gente que ha decidido seguir disfrazada.
Tomamos café junto al Parque de Berlín, en un local que no es ni dentro ni fuera, un chaflán goloso y soleado con un rollo de chocolate que ya habías probado en Pum Pum.