Mejor te voy avisando ya: la carta de hoy es un ejercicio de toxicidad sin muchos matices. Sé que está todo mal, pero también sé que no se forja el acerco con mimos. Sé que no debería ya hacer ni caso, pero aquí sigo mirando pantallitas.
Entramos en La Deseada el sábado por la mañana al filo de las 10:00 y creo que fuimos los primeros clientes que pisaron el local. Ese fue el día de su apertura. La cafetera empezaba a resoplar y del horno salen unas magdalenas que te suenan.