🗓️ Jueves, 5/6/2025
Serie: HASTA QUE EL MUNDO ARDA 🔥
EP#3 EL FUEGO PURIFICADOR
đź“– ÂżY quiĂ©n podrá soportar el tiempo de su venida? ÂżO quiĂ©n podrá estar en pie cuando Ă©l se manifieste? Porque Ă©l es como fuego purificador, y como jabĂłn de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de LevĂ..." MalaquĂas 3:2–3
No hay fuego más doloroso que el que no destruye, sino purifica. No hay llama más paciente que aquella que no abrasa la carne, sino que funde el alma para volverla oro puro. El fuego de Dios no sólo rescata, también refina. Él nos introduce en una llama nueva, santa, abrasadora, que transforma a pecadores en santos, a piedras en oro, a escoria en plata reluciente.
Después del éxodo de la condena, viene el crisol de la santificación. Ya no somos ramas secas destinadas al juicio, sino metales preciosos en manos del Fundidor celestial. Y este proceso, aunque glorioso, duele. Porque el pecado no se va sin luchar, y la justicia no se implanta sin quemar.
MalaquĂas nos habla de un fuego que purifica como el fuego del orfebre. La imagen es profundamente Ăntima. El orfebre calienta el metal hasta que las impurezas suben a la superficie, y luego, las aparta con cuidado. Lo hace una y otra vez… hasta que puede ver su rostro reflejado en el metal fundido.
El término hebreo usado aquà para “purificador” es (metsarēf), y refiere al refinador experto que sabe cuánto calor aplicar, y cuándo detenerse. No es un Dios cruel. Es un Dios hábil, paciente, sabio. Él no pone pruebas sin propósito. Él no nos deja en llamas para divertir su santidad. Nos purifica porque nos ama. Nos quema… para hacernos brillar.
Spurgeon dijo: “Dios no envĂa pruebas para descubrir lo que hay en nosotros, sino para sacar de nosotros lo que Él ha puesto dentro.” Hemos sido justificados en un momento. Pero la santificaciĂłn —el hacernos santos— es un proceso de fuego constante. El apĂłstol Pablo habla de esta transformaciĂłn como una obra continua del EspĂritu (2 Corintios 3:18). No es instantánea, pero sĂ progresiva. Y su fuego no cesa mientras quede pecado que arder.
El griego para “santificar” es (hagiazĹŤ): separar para Dios, consagrar, hacer santo. No es solo una limpieza externa. Es una reconfiguraciĂłn interior. El fuego del EspĂritu entra en lo profundo, donde las máscaras no llegan, donde las buenas obras no alcanzan. Y allĂ comienza a fundir lo escondido: orgullo, autosuficiencia, ambiciĂłn, impureza, mentira, amargura. SĂ. Nos derrite. Y cuando creĂamos que ya no quedaba más pecado por limpiar, el EspĂritu sube la temperatura del crisol. No para castigo. Sino porque nos ama demasiado como para dejarnos a medias.
ÂżY sabes quĂ© es lo más asombroso? Que, en medio del horno, Él está, hay Uno más entre las llamas (Daniel 3:25). No nos deja solos. No nos observa desde lejos. Se sienta como purificador, dice MalaquĂas. Se sienta. No está apurado. Está presente. Está trabajando en ti.
SĂ, hay dolor en la santificaciĂłn. Pero hay ternura en el Fuego que la realiza. El EspĂritu no es un incendio incontrolable. Es una llama fiel. Cuando nos quebramos, Él no nos desecha. Nos moldea. Cuando resistimos, Él no se aparta. Persiste. Porque no quiere una ofrenda a medias. Quiere que seamos llamas vivas.
Los que quieren la corona sin la cruz, el brillo sin la brasa, no han entendido el Evangelio. Nuestro Dios no es un decorador, sino un refinador. Él no pinta sobre Ăłxido, lo derrite y lo rehace. Luis Palau lo resumĂa asĂ: “El fuego de Dios no sĂłlo nos llama: nos cambia.”
Cuando somos expuestos al fuego de Su justicia, no nos volvemos perfectos. Nos volvemos sensibles. Y el alma sensible al EspĂritu es como el metal maleable: lista para ser formada a la imagen de Cristo, aquel que es llama que ilumina y nos quiere pulir para que reflejemos Sus virtudes hasta que el mundo arda.
📲 FRASE DEL DIA: “El fuego de Dios no sólo nos llama: nos cambia.” Luis Palau
🖋️ Nelson Gallitto
🎶🎵 Oro y esmeralda – Luis Santiago