En el curso de Milagros, aprendemos a darnos cuenta de que somos espíritus, hermanos de Dios, en una relación perfecta y amorosa con Él. Nuestro verdadero yo está en el espejo de Su perfección, en un lugar de paz, alegría y amor. Vivimos en un mundo ilusorio de nuestra propia creación, donde nos vemos separados de Dios y de unos a otros. Esta ilusión es un sueño, y no es real.