En este pasaje, Jesús nos invita a descansar en la provisión de nuestro Padre celestial. Nos recuerda que la vida es mucho más que la comida y el vestido; es una relación de confianza con Aquel que nos creó. El Señor nos pone ejemplos simples pero poderosos: las aves no siembran ni cosechan, y sin embargo el Padre las alimenta. Los lirios no trabajan ni hilan, y aun así visten con una belleza que ni Salomón pudo igualar.
El problema de la ansiedad no es solo emocional, es espiritual. La preocupación constante revela que nuestra fe está puesta más en nuestras fuerzas que en la fidelidad de Dios. Jesús no nos está llamando a la irresponsabilidad, sino avivir con la certeza de que Dios conoce nuestras necesidades antes de que las pidamos.
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Esta es la prioridad: buscar a Dios, caminar en obediencia y confiar en que Él suplirá lo necesario para cada día.
Finalmente, Jesús nos enseña a no vivir en el mañana, porque cada día tiene sus propios desafíos. La fe se vive hoy, paso a paso. La ansiedad se disipa cuando recordamos que nuestro Padre cuida de nosotros más de lo que cuidamos nosotros mismos.
La invitación de Jesús es clara: soltemos el afán y abracemos la paz que solo Él puede dar.