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La historia del ciego de nacimiento en Juan capítulo 9 es mucho más que un milagro físico. Es una confrontación directa con las distintas formas de ceguera que habitan en elcorazón humano. Mientras Jesús pasa junto a un hombre ciego de nacimiento, sus discípulos preguntan: “¿Quién pecó, él o sus padres?” La escena ya nos enfrenta con una de las cegueras más comunes: la de buscar culpables en vez de ofrecer compasión.

Los vecinos, al verlo sano, dudan si realmente es él. Están tan acostumbrados a una imagen de ese hombre que no pueden aceptar la transformación que ocurrió. Los fariseos, aferrados a sus estructuras religiosas, no celebran la sanidad, sino quecondenan que haya ocurrido en sábado. Los padres, por miedo, prefieren callar en vez de dar testimonio del milagro que vivió su hijo.

Cada uno de los personajes del relato muestra una forma distinta de ceguera: espiritual, emocional, religiosa, social. Ceguera por costumbre, por miedo, por orgullo. En contraste, el único que ve con claridad es el que antes no veía: el ciego. Él reconoce a Jesús, cree y se postra. La paradoja es clara: los que se creen iluminados son los verdaderos ciegos, y el que vivía en tinieblas ahora ve con los ojos del alma.

Este mensaje nos invita a una pregunta profunda: ¿quién es realmente el ciego? Porque a veces podemos tener los ojos abiertos, pero el corazón cerrado. Jesús no solo sana la vista, también confronta lo que no queremos ver. ¿Estamos dispuestos a que Él abra nuestros ojos?