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Hechos 8:26-36 NTV

26 En cuanto a Felipe, un ángel del Señor le dijo: «Ve al sur por el camino del desierto que va de Jerusalén a Gaza».

27 Entonces él emprendió su viaje y se encontró con el tesorero de Etiopía, un eunuco de mucha autoridad bajo el mando de Candace, la reina de Etiopía. El eunuco había ido a Jerusalén a adorar

28 y ahora venía de regreso. Sentado en su carruaje, leía en voz alta el libro del profeta Isaías.

29 El Espíritu Santo le dijo a Felipe: «Acércate y camina junto al carruaje».

30 Felipe se acercó corriendo y oyó que el hombre leía al profeta Isaías. Felipe le preguntó:

—¿Entiendes lo que estás leyendo?

31 El hombre contestó:

—¿Y cómo puedo entenderlo, a menos que alguien me explique?

Y le rogó a Felipe que subiera al carruaje y se sentara junto a él.

32 El pasaje de la Escritura que leía era el siguiente:

«Como oveja fue llevado al matadero.

Y, como cordero en silencio ante sus trasquiladores,

no abrió su boca.

33 Fue humillado y no le hicieron justicia.

¿Quién puede hablar de sus descendientes?

Pues su vida fue quitada de la tierra»

34 El eunuco le preguntó a Felipe: «Dime, ¿hablaba el profeta acerca de sí mismo o de alguien más?».

35 Entonces, comenzando con esa misma porción de la Escritura, Felipe le habló de la Buena Noticia acerca de Jesús.

36 Mientras iban juntos, llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco dijo: «¡Mira, allí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?»

38 Ordenó que detuvieran el carruaje, descendieron al agua, y Felipe lo bautizó.

39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco nunca más volvió a verlo, pero siguió su camino con mucha alegría.