Jonas 1:1-3
“La palabra del Señor vino a Jonás, hijo de Amitay:
«Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia».
Pero Jonás huyó del Señor y se dirigió a Tarsis. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis, pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor.
Jonas 4:1-11
“Pero esto disgustó mucho a Jonás y lo hizo enfurecer. Así que oró al Señor de esta manera:
—¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes.
Así que ahora, Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo! —¿Tienes razón de enfurecerte tanto? —respondió el Señor. Jonás salió y se sentó al este de la ciudad.
Allí hizo un cobertizo y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad.
Para aliviarlo de su malestar, Dios el Señor dispuso una planta, la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra.
Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!».
Pero Dios dijo a Jonás: —¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta? —¡Claro que la tengo! —respondió—. ¡Me muero de rabia! El Señor dijo: —Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció.
Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?”