No podríamos tocar el cielo aunque nos lanzaran al espacio y lo más cerca que hemos estado de la santidad es en la micro a San Pedro, pero aún así esta semana nos atrevimos a reflexionar sobre lo humano y lo divino en torno a la película Silence, una discreta joya de Martin Scorsese.
Viajamos al Japón de la Era Edo, cuando el cristianismo se convirtió en un problema político, para padecer junto con los sacerdotes jesuitas que vieron su fe puesta a prueba por la persecución, la tortura y la muerte, mientras intentaban encontrar respuestas en un Dios ausente. Una reflexión sobre la experiencia de la fe que cuenta con una cinematografía notable, actuaciones soberbias (que no necesitaron rejuvenecer a nadie) y una banda sonora compuesta Kathryn Kluge y Kim Allen Kluge, que nos evoca lo inconmensurable de la naturaleza y lo que hay más allá de ella.
