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Jueves 22/Febrero/2024
Devocional Mi tiempo con Dios

Cosecharás lo que sembraste

«Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno».
Mateo 13:3-8

El primer trabajo que desempeñé, fue de jornalero a los 16 años, en la siembra de tomates de mi tío. Era un trabajo duro, pero reconfortante en la naturaleza, más aún tomando en cuenta, las valiosas reflexiones, que él, como hombre experimentado, nos dejaba.

Mi tío, constantemente alardeaba de tener los mejores tomates de la región, y comentaba. Hijo, las personas creen que el secreto está en la calidad de las semillas que aquí cultivo, y claro, son ellas de alta calidad. Sin embargo, sin el terreno correcto que las fecunde, y que de ellas aproveche su alto potencial, el resultado no sería el mismo.

En la parábola del sembrador, vemos como Jesús, con inigualable sabiduría, propia del maravilloso maestro que era, ilustró a sus discípulos, sobre las diferentes actitudes de las personas ante la palabra de Dios, comparándolas con los diferentes tipos de terrenos, y semillas, con las que el sembrador laboraba.

Algunas semillas fueron devoradas por las aves, otras, ahogadas por las hierbas malas de la tierra, un grupo de ellas, pudo brotar casi de manera inmediata, pero ante la falta de tierra, mermaron en su desarrollo. No obstante, una de las semillas cayó en tierra buena, y como dicta la escritura: “dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno”.

De esta grandiosa reflexión de Jesús, surge la necesidad de preguntarse: ¿Qué clase de terreno soy?, ¿Doy fruto con mis acciones a la semilla de amor, esperanza y paz, que el Señor ha plantado en mí?, ¿Fecundo su semilla, cumpliendo su palabra y aplicándola diariamente a mi vida?.

Busquemos en nuestras respuestas, el camino para que crezca en abundancia, la palabra del Señor en nuestro corazón. Que su semilla se haga fruto abundante, siendo para ello nosotros, la tierra fértil en la que su amor y misericordia, crezcan.

Oración:
Señor, Dame la sabiduría para entender en toda su dimensión, las enseñanzas y principios de tu palabra. Guíame a actuar cada día más conforme a ella, para ser terreno fértil, en el que se gesten los frutos de la semilla de amor, compasión, esperanza y misericordia, que has plantado en mi corazón. Amén.