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Viernes 11/Noviembre/2022
Devocional Mi tiempo con Dios

"Mi Salvador"

Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte.
2 Samuel 12:5

Sintiéndose aliviado, David pensó que su pecado estaba en la tumba de Urías. Casarse con la viuda podría haberse considerado un acto de piedad a los ojos del pueblo, pero a los ojos de Dios David había cometido una gran maldad que tendría consecuencias desastrosas para él y su familia.

«El Señor envió a Natán a David» (v.1). Mediante una especie de parábola, el profeta relató el pecado del rey. Comprendiendo que se trataba de hechos reales, David se enfureció y decretó rápidamente la pena de muerte para el transgresor. Poco sabía él que mientras Urías llevaba en sus manos su injusto juicio, estaba pronunciando su merecido juicio.

Después de escuchar las palabras del Señor a través de su profeta, no tenía nada más que decir, sino que «he pecado contra el Señor» (v.13). El diferencial en la vida de David fue precisamente un corazón humilde para reconocer sus errores y dispuesto a ser cambiado. Y ante cualquier posibilidad de cambio y transformación, hay un río de gracia que fluye desde el trono de la Majestad del Cielo comunicándonos: «El Señor también ha perdonado tu pecado; no morirás» (v. 13).

Pero al igual que recogemos la fruta de su propio árbol de origen, no es diferente con las elecciones que hacemos en la vida. David tendría que lidiar con las consecuencias de sus caídas. Y, por desgracia, los que más sufren son los que más queremos. Sin embargo, la pérdida de su pequeño hijo no le privó de su fe en un Dios justo y misericordioso. El nacimiento de Salomón fue la respuesta de amor del Señor: «y el Señor lo amó» (v. 24).

Por mucho que tengamos que sufrir los efectos de nuestros pecados, Jesús nos ofrece su perdón y la seguridad de que Él ya ha recibido la paga del pecado en nuestro lugar. Sin embargo, si Él nos librara de sentir el dolor de las consecuencias, no podríamos medir lo dañino que es el pecado, ni sentiríamos la necesidad de un Salvador. Si la respuesta a tu ayuno y a tu oración no ha llegado como esperabas, no pienses que el Señor no te ha perdonado, sino que, como David, levántate, quítate la túnica del llanto y adora al Señor que quiere salvarte.

Así como Jedidiah significa «amado del Señor», por fe, escucha a Jesús diciéndote hoy: ¡Tú eres mi Jedidiah! ¡Vigilemos y oremos!

Oración:
Señor, gracias por Tu amor perfecto que me sostiene y que es todo lo que necesito para seguir adelante de acuerdo a Tu plan.