El enemigo odia a las familias que determinan vivir en el poder del acuerdo con Dios, que aceptan su Señorío, su Palabra, que viven por su voluntad atendiendo al llamado eterno. Debemos entender definitivamente que el altar de oración familiar no se puede negociar, debemos hacerlo con entendimiento, con sabiduría y en el espíritu (así vencemos la rutina, la distracción y la debilidad en nuestra familia).