Dagón es uno de los primeros relatos de H. P. Lovecraft, escrito en 1917. Y arranquemos por acá: ¿qué hace Lovecraft? Toma un escenario aparentemente común —un marino traumatizado, un hombre al borde del suicidio— y lo hunde en la peor pesadilla cósmica que podamos imaginar.
El narrador nos cuenta, como confesión final, que escapó de un barco alemán en plena Primera Guerra Mundial y quedó a la deriva en el mar. Hasta ahí, drama bélico clásico. Pero no: Lovecraft es Lovecraft. El mar lo deposita en un lugar imposible, una especie de desierto emergido del océano. Y allí se enfrenta a algo que no debería existir: ruinas, jeroglíficos y sobre todo la aparición de un monstruo marino colosal, adorador de un dios primigenio: Dagón.
Lo interesante es esto: no vemos al monstruo entero, apenas destellos, la silueta. Y Lovecraft ya empieza a definir lo que después será su marca de fábrica: el horror no viene del grito, viene del no poder comprender lo que estamos viendo.
Un detalle nerd: el nombre ‘Dagón’ viene de un dios filisteo del mar mencionado en la Biblia, pero Lovecraft lo recicla para su mitología propia, la de los Primigenios. Es decir, se apropia de un mito antiguo y lo mete en su universo del horror cósmico.
Dagón no es solo un cuento sobre un monstruo marino. Es una declaración de principios de Lovecraft: ‘muchachos, el verdadero terror no son los fantasmas ni los castillos embrujados, sino la certeza de que hay fuerzas en el cosmos tan grandes que nuestra cordura no puede soportarlas’.
Si hablamos de terror moderno, hablamos de: Howard Phillips Lovecraft. Nació en 1890, en Providence, Estados Unidos, y básicamente nunca salió mucho de ahí… pero desde esa ciudad inventó universos enteros.
Su infancia fue difícil: padre internado, madre sobreprotectora, enfermedades, y un chico que se refugiaba en la lectura de astronomía, mitología y literatura gótica. Y ahí está la semilla: ese cruce entre ciencia y terror que va a marcar su obra.
En los años 20 y 30 publica en revistas pulp como Weird Tales, y empieza a aparecer su gran invento: los Mitos de Cthulhu. Dioses antiguos, ciudades perdidas, criaturas imposibles, y siempre, ese tema central de su escritura: la insignificancia humana frente al cosmos.
Murió joven, en 1937, sin fama ni dinero. Pero después sus relatos fueron rescatados, influyeron en Borges, en Stephen King, en cómics, películas, videojuegos… ¡todo un universo lovecraftiano!
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