(Acá te dejo mis nuevas 300 palabras. No te olvidés de darle un click en SEGUIR, así te avisamos cuando salga el próximo episodio. Gracias por escucharlo.)
No soy, especialmente, torpe. No me considero así. Es más, tiendo a ser cuidadoso, a prestar atención. Pero esta vez, y no sé por qué, saqué de mi “bolsa ecológica para las compras” el paquetito de lentejas tomándolo desde una esquinita. Y pasó lo que pasó. El paquete se rompió y 200 de los 400 gramos se esparcieron aleatoriamente por el piso de mi cocina.
No sé si fue el ruidito suave de esa cascada imparable o si fue la sorpresa, pero no me enojé ni carajié.
Al contrario. Respiré profundo y me quedé quieto y con el resto del paquetito en la mano.
“Esto, en el tutorial de Paulina cocina, no estaba contemplado”, pensé.
“Barrer todo y tirarlo a la basura, no era una opción. La comida no se tira. No se le tocan los huevos a la suerte. Hay gente que no tiene qué comer”, me dijo mi superyó.
Así que, a pesar de que mi piso no es el de un quirófano, tampoco un chiquero, (algún pelo de perro, alguna cenicita de pucho), decidí que las iba a levantar y a lavar y a recuperar.
Mi mente vino en mi ayuda con preguntas.
(viste que ahora se habla del cerebro como si uno lo llevara en el bolsillo.)
Porque la mente trabaja de eso, de opinar, de medir, de cuestionar, de comparar.
– Con qué las vas a levantar? – me dijo
– Con una cuchara sopera – me dije.
– Y cuánto tiempo te va a llevar, eso?
– Qué se yo, 15 minutos, media hora. (No me iba a poner a guglear tremenda pelotudez. Aunque , porai, el dato estaba.)
– No tenés algo mejor que hacer? No te parece tiempo perdido?
– No! le dije a mi mente. Es una tarea más de esas que hay que hacer porque hay que hacer. Y qué es un tiempo ganado? le retruqué.
No me contestó. No me contesté. Me vi. Pensé…
Todo lo que nos pasa, lo programado y lo accidental, lo maravilloso y lo olvidable, lo doloroso y lo placentero; todo eso, dosificado o a borbotones, todo eso es la vida.
Nuestra vida. Única. Incomparable.
Comparar nuestra suerte con la de los demás no suma. (la envidia es el único pecado capital que no da placer, dicen)
Y si, a pesar de las torpezas, no nos olvidamos de que arrancamos con una victoria, porque fuimos el único entre millones de espermatozoides que lo logró, la vida se puede llegar a sentir como un espectáculo exclusivo, intenso, misterioso y con final abierto.
Ok. Un tipo sentado en el piso, con una cuchara en la mano y levantando lentejas no da para el National Geografic, pero, creanmé, se puede convertir en una experiencia serena y gratificante.
O tenía algo mejor que hacer?