Anoche había decidido hacerle caso a mi cuerpo y acostarme, con mucho sueño, sin despabilarme con esa serie del asesino serial que no termina de convencerme pero que me recomiendan tanto.
Había entrado a la cama despacito y con mucho placer.
Sin música, sin radio, sin planes para mañana, sin pensamientos discutidores.
En medio del sopor, que le dicen. (Auto satisfacción sin pecado).
Justo cuando giraba, involuntariamente, buscando esa posición fetal tan atávica pero tan difícil de lograr cuando se duerme acompañade, ¡entró un mensaje de “wasap”!.
A las casi 2 de la mañana, solamente puede ser una mala noticia.
Ok, también pueden ser réplicas de una discusión de pareja trizada. Pero no estoy en esas zonas sísmicas, de momento.
Sin saber quién ni por qué, odié, putié y manotié en celular.
Era un audio de 3 minutos de una vieja amiga de aquellos tiempos a la que no veo desde aquellos tiempos.
Confirmado, pensé. Otro de nosotros se murió.
Empecé a escuchar el audio y el desconcierto me fue sacando de la cama, prender la luz y buscar con los ojos los cigarrillos.
No lo podía creer!
Tremenda pelotudez en forma de pregunta casi urgente y largo y lleno de detalles y yo que me quería matar. Cómo me vuelvo a dormir, ahora!.
Obvio, no le contesté o hubiera arruinado una amistad de años.
Prendí ese cigarrillo y me fui hasta esos tiempos.
Si había luz en mi ventana, un silbidito de una melodía que conocíamos todos, llegaba hasta el quinto piso de aquellas silenciosas noches de los ‘80 y yo me asomaba y hacia gestos de “ya bajo”.
Me parece que ya es imposible evitar que cada uno saque sus conclusiones cuando ve un EN LINEA o ÚLTIMA VEZ CONECTADO o A LO MEJOR LO TIENE APAGADO Y LO ESCUCHA MAÑANA o no se qué.
También me parece que la inmediatez de las comunicaciones, que ya no comunican casa con casa sino personas con personas, son una maravilla y una mierda, a la vez.
No me digás lo obvio. Tengo mis razones para no apagar el celu.
A lo mejor, la cosa cambiaría si le pongo al wasap aquel maravilloso silbidito.