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Dicen que la cultura comenzó cuando el
hombre empezó a enterrar a sus muertos y 
a nombrar  sus tumbas.

 

Velas más, velas menos. Lápidas o
mausoleos. Pirámides, Taj Mahales o fosas comunes, la cosa no ha cambiado mucho
en los últimos  80 mil añitos.

 

La idea es la misma: decir a los demás “éstos
son mis muertos” porque a ellos ya no podemos decirles más nada.

 

 “Si no saliste en los fúnebres del Los Andes, todavía estas vivo” decía, en los
´90, un directivo del diario, que sacaba cuatro páginas sábana con fúnebres,
por domingo, y muchísimas más si el finado era un afamado médico, un bodeguero
o un político. Una cosa muy mendocina que, en esa magnitud, no se daba en
ningún otro diario del país.

 

Esta tradición necrológica parece que ha
pasado al Facebook.

 

Casi todos los días, algún mendocino
postea el deceso o el aniversario de la “partida” de algún familiar o amigo.

 

Hasta
ahí, sería sólo un fúnebre online, sólo un paso del papel a la red.

 

El tema es que Facebook  no se presta mucho para eso. Antes del fúnebre
pueden haber posteado, en el mejor de los casos, un chiste y después también.
Sumale la confusión de ponerle un “Me gusta” a un muerto. Pero bue.

 

Lo
realmente curioso es el estilo “elegía” del texto: ¡va dirigido al muerto!

 

Le cuentan cosas cotidianas. Suben fotos.
Le dicen cuánto lo extrañan y tanta otra cosa, como si el “ex viviente” tuviera
una cuenta activa.

 

Una interpretación liviana podría ser que
los consuela hacernos saber a todos cuánto lo querían y cuánto lo siguen
queriendo.

 

Otra podría ser que piensen, realmente,
que ese texto en la red va a ser leído por sus muertos. No sería una locura
sino una cuestión de creencias.

 

(Locura sería que les manden un WhatsApp
y se queden esperando las dos tildes azules)

 

Todo
bien. La muerte fue, es y será negada por el bien de nuestra salud mental.

 

Para
colmo, Facebook  te sigue deseando que
pases un feliz cumpleaños después de muerto. Ta raro, eso, no?