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¿Sabés desde cuándo viene eso de “yo sólo para ti y tú sólo para mí”?

Una teoría dice que, en los tiempos de las cavernas, esa gente, toda peluda, se dividía, más o menos, así:  el más fuerte era el jefe, los hombres cazaban y las mujeres criaban y recolectaban y las crías eran de todo el clan.

Probablemente no supieran que después del coito venía el embarazo. A las mujeres, simplemente, les brotaba leche y un bebé, de vez en cuando.

Todo era pura armonía, pero una conducta empezaba a generar problemas. Los muchachos volvían de largos días de cacería y les daba por aparearse un rato. A la hora de elegira la hembra, los machos luchaban y hasta llegaban a matarse entre sí, nunca a la hembra.  El jefe, viendo que perdía a buenos cazadores por culpa de este pequeño desacuerdo, decidió armar parejas fijas y listo. Creó la monogamia.

 

El paso del tiempo, no cambió nada. Cada época fue más o menos brutal, más o menos racional, con más o menos derechos, pero la cosa llega igual a nuestros días. El lema “yo sólo para ti y tu sólo para mí”, sigue intacto.

 

Con bastante éxito, el divorcio le agregó al lema la variable “ganas” y lo mejoró bastante. “Yo sólo para ti y tu sólo para mí”, mientras duren las ganas.

 

Otra variable al lema cavernícola es la infidelidad no descubierta. (No hay datos estadísticos. A los encuestadores, todos les responden NUNCA o “mirá si te lo voy a contar avos, gil)

 

El problema es la infidelidad descubierta, porque te detiene en una bifurcación: seguir o cortar.

 

Si sos militante del “modelo monogámico hasta la muerte” y te alcanza con un PERDON, COMETÍ UN ERROR, podrás seguir adelante. Te recuerdo que un error es poner la pava eléctrica arriba de la hornalla a gas. Sacarse la ropita en otra casa, no. Pero bué.

 

Ahora, si le vas a dudar las razones, si no podés entender lo que hizo, si solamente se te vienen a la cabeza frases que empiezan con CÓMO, CUÁNDO, DÓNDE, QUÉ, QUIÉN Y PORQUÉ, mejor no insistas. No seas cavernícola.