Tengo una gotera en mi techo que,
curiosamente, se manifiesta sólo los días de lluvia. ¿Sobrenatural? Puede ser.
El caso es que, en los días de sol, no me
acuerdo de subir al techo para encontrarla y arreglarla, aunque sí tengo comprado todo el kit de HAGALO USTED MISMO para resolverlo.
Los días lluviosos tienen eso.
A mí me encantan. Tienen esa magia de hacer aparecer todas las goteras del techo y las del alma también, (no creo en el alma, pero de alguna forma hay que nombrar lo que no aparece en las autopsias, ¿no?).
Y si el alma te gotea, sólo en los días
de lluvia, no es como para pedir un sobre turno urgente a tu analista. Es sólo ese ratito.
Yo hago lo mismo que con las del techo.
Corro todo lo que se puede arruinar, pongo un balde justo abajo y las escucho sereno, sin pretender modificar nada. Las dejo que se expresen.
¿Viste que, casi siempre, el cielo
acompaña en los sepelios?
Ok. La gente se muere sin averiguar el
pronóstico y se muere todos los días.
No es una estadística, es una de esas
coincidencias que he vivido entre cielos grises, momentos grises y ánimos grises.
También me ha pasado, como hoy, que la
lluvia me pone en plan sereno y, a pesar de las goteras, me hace sentir que todo está bien así.
Y, encima, a lo mejor, en un rato sale el sol.
Mirá
lo que dice de la lluvia Roberto Juarroz, un poeta, claro.
Los diferentes ángulos de la lluvia
nos distraen de la más íntima
naturaleza de la lluvia:
caer siempre perpendicular a algo.
Así a veces cae
perpendicular al corazón,
pero el corazón tiene miedo
y escapa de todas las perpendiculares.
Otras veces cae
perpendicular a los muertos,
pero los muertos ya no aciertan ninguna geometría.
Y otras veces cae
perpendicular a la noche,
pero la noche la abraza como un surtidor por todas partes.
Sin embargo la perpendicular de la lluvia,
para cumplir su llamado,
no necesita ni siquiera una línea,
sino tan sólo un punto donde poder caer
y hundirse plenamente.